22.6.14

Los vacíos de mi interior



Lo mejor de los espacios vacíos es la creatividad con la que los puedas llenar. Como un suspiro, por ejemplo, no se llena con cualquier cosa. Llenar el vacío de alguien que se fue, es casi imposible. ¿Cómo llenar el espacio de una presencia que no tiene cuerpo, ni forma, no se ve, ni se toca, solamente se siente. A veces demasiado grande, a veces demasiado extenso.

Y así es como pasas tus noches y tus días dándote cuenta de la dimensión de los vacíos de tu interior, a medida que vamos encontrando cosas que creemos abarcarán. En realidad, eso es lo fatigante de esas presencias perdidas, entre más te das cuenta que existen bastantes piezas que se asemejan y te dan la impresión de sentirte completo, de pronto, puede escapar una bocanada de aire y sientes de nuevo el hueco por ese suspiro exhalado, y te lleva a sentir una ligera frustración al percatarte que no es la pieza indicada para llenarlo. Pero encontrar una pieza que amolde perfectamente a ese hueco, es imposible. 


Y me vienen a la mente dos caminos: darme cuenta que esa ausencia no se llenará con nada, es unívoca. Dar la vuelta y aceptar que no la puedo llenar porque nunca embonará perfectamente, siempre habrá un espacio para el suspiro. 
Tambien, puedo seguir intentando llenar esos vacíos, buscando piezas que amolden, o en su defecto, desistir y dejar que esa presencia que está en algún lugar de tu habitación, un recoveco que no logras definir, simplemente dejarlo ser, que crezca o por suerte, un día, sin darte cuenta se desvanezca. 

Eso es lo aterrador de esas presencias; Que si decides dejarlas ser, intocables, impensables, tal vez se llenen solos, pero quizá, siempre te acompañe esa presencia, seguido de un hueco en el estómago de cada suspiro simplemente por saber que esa ausencia aún está presente.


11.2.13

Amame Siempre.



Me recuerdas al tiempo, te dibujas en años 
y me sabes a vida.
Por ti la convierto en inmortal, la obligo a perpetuarnos en su existencia,
vida júrate eterna.
Ama cada gota, bebe la amargura, degusta mi dulzura.
Sin miedos, con dolores, mayor tormento.


Nada en otros mares, siente otras olas, 
pero nunca me ahogues de tus pensamientos.
Guárdame dentro, como si no existiera, 
como si fuera nada y lo fuera todo.
Que un día he de regresar, un día me reflejare de nuevo en tus ojos.

Ámame hasta la última gota,
 absorbe cada palabra, cada silencio.
pero amame siempre. 

Al Amor de mi Vida

29.1.13



Espero curarme de ti en unos dias.
Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte.
Es posible, siguiendo las 
prescripciones de la moral
en turno. Me receto tiempo, 
abstinencia, soledad.


Jaime Sabines.


Fiebre; Daniel krauze

El mundo no siempre fue así. 
No siempre fueron batallas cómodas 
entre seres humanos cómodos. 
Me imagino que en algunas partes del mundo 
sigue sin ser de esa manera: hay lugares 
del planeta donde la gente pelea 
por algo más significativo que un sandwich sin sabor.
 La clase media de México 
no es uno de esos lugares.

27.1.13

Qué impertinente manera del volver

He salido a la calle sin piel que me cubra, nos cuenta Martha, a la vista de todos y sin embargo oculta en mi desnudez, una brutal manera de desaparecer. Escribir para desaparecer, desaparecer al cuerpo que busca desesperadamente disminuir la fiebre de sentir, de romper un nexo oculto entre lo que se es y lo que se va siendo. Desaparecer es, como diría Pessoa, el arte que alivia de la Vida sin aliviar de vivir, que es tan monótono como la misma Vida, pero sólo en un sitio diferente. Hacernos invisibles entre el aire que va estriándose sobre un desierto apenas percibido por una luna inquieta y temblorosa. Salir a la calle desnuda sólo sintiéndonos examinados por las arrugas humeantes de la noche: Desde los peldaños podíamos desfigurar o transformar lo que alcanzáramos a ver, torciendo a nuestro antojo, creyendo realmente que todo cambiaba apenas señaláramos con el dedo y pronunciáramos las palabras necesarias. ¿Cuáles son las palabras necesarias? Intuyo que aquellas que, de alguna manera, muestran los confines del propio cuerpo en el otro cuerpo donde, en azar inconstante, nos vaciamos y nos llenamos siempre de las mismas cosas siempre. Martha Durán

Diana, o la Cazadora Solitaria. Carlos Fuentes


¿Es preferible algo a todo o a nada? Eso me pregunté cuando terminaron los amores que aquí voy a relatar. Ella me lo dio todo y me lo quitó todo. A ella le pedí que me diera algo mejor que todo o nada. Le pedí que me diera algo. Ese "algo" sólo puede ser el instante en que fuimos o creímos ser felices. ¿Cuántas veces no me dije: Siempre seré lo que soy ahora? Recuerdo y escribo para recobrar el momento en que ella siempre sería como fue, esa noche, conmigo. Pero toda singularidad, amatoria o literaria, recuerdo o deseo, pronto es abolida por la gran marea que nos rodea siempre como un incendio seco, como un diluvio ardiente. Nos basta salir por un minuto de nuestra propia piel para saber que nos rodea un latido todopoderoso que nos precede y nos sobrevive, sin importarle mi vida o la de ella: nuestras existencias.

12.1.13




La espera es un estado en el que 
la cronología detiene su rutina y lo único que se acelera
es una sutíl desesperación,
que se asemeja a la ansiedad, como una busqueda
que no termina, me hace inútil y me provoca
un vacío al sentir eso que no llega.
Después de tanto aguardar
ya solamente lo que quiero
es que no vuelvas. 




Irving D. Yalom, "El día que Nietzsche lloró"




Desde que tengo conciencia, me he sentido asustado por los espacios vacíos de mi interior. Y mi soledad no tiene nada que ver con la presencia, o la ausencia, de otras personas. ¿Sabe a qué me refiero?
-¿Quién podría entenderlo mejor? A veces pienso que soy el hombre más solitario que existe. Y, como en su caso, eso no tiene nada que ver con la presencia de otras personas. De hecho, detesto a los que me privan de la soledad y que, sin embargo, no me hacen compañía.




"No voy a recomendar a nadie la lectura… quien no quiera mojarse que no aprenda a nadar, ni se atreva a amar o a beber. Y que no lea tampoco o que sólo lea para aprender, para destacar, para hacerse sabio o famoso, es decir; para seguir siendo idiota. El que valga para leer, leerá: en pergamino, en volumen encuadernado, en piel, en libro de bolsillo, en hoja volandera o en la pantalla del ordenador. Leerá por nada y por todo, sin objetivo y con placer, como quien respira, como quien se embriaga o enreda sus piernas en las de alguien apetecible. Sólo eso importa, cuando la pasión manda". 
Fernando Savater

5.1.13

"La soledad de los números primos" Paolo Giordano

Ciertos números primos más especiales que el resto, y a los que los matemáticos llaman primos gemelos: son parejas de primos sucesivos, o mejor, casi sucesivos, ya que entre ellos siempre hay un número par que les impide ir realmente unidos, como el 11 y el 13, el 17 y el 19, el 41 y el 43. Si se tiene paciencia y se sigue contando, se descubre que dichas parejas aparecen cada vez con menos frecuencia. Lo que encontramos son números primos aislados, como perdidos en ese espacio silencioso y rítmico hecho de cifras, y uno tiene la angustiosa sensación de que las parejas halladas anteriormente no son sino hechos fortuitos, y que el verdadero destino de los números primos es quedarse solos. Pero cuando, ya cansados de contar, nos disponemos a dejarlo, topamos de pronto con otros dos gemelos estrechamente unidos. Es convencimiento general entre los matemáticos que, por muy atrás que quede la última pareja, siempre acabará apareciendo otra, aunque hasta ese momento nadie pueda predecir dónde...
“A mí me cuesta ser cariñoso, inclusive en la vida amorosa. Siempre doy menos de lo que tengo. Mi estilo de querer es ése, un poco reticente, reservando, el máximo sólo para las grandes ocasiones. De modo que si siempre estuviera expresando el máximo ¿qué dejaría para esos momentos (siempre hay cuatro o cinco en cada vida, en cada individuo) en que uno debe apelar el corazón en pleno? También siento un leve resquemor frente a lo cursi, y a mí lo cursi me parece justamente eso: andar siempre con el corazón en la mano.”
Mario Benedetti, La tregua