4.1.13

Nacimos tarde




Casi todo lo perdimos, por cometer el error de nacer tarde, retrasados para disfrutar una puesta de sol que no sea intervenida por grandes bloques de concreto que aminoran mi visión y me encierran en un cubículo infestado de sonoros reproches y frustraciones, muchos que ni siquiera son míos... pero así nacimos, invadidos por la cotidaneidad de ver nuestros rostros cada día, siempre tan cerca, como si me encasillasen en una gran burbuja rutinaria que me ha llevado por mis días y mis noches, por sus calles y sus colores tan grises, me llevó a perder hace mucho tiempo el significado de la palabra, esa pequeña herramienta que puede ser tan efímera o tan significante como la digas, tan intensa o tan banal como la pronuncies. 
Estamos aquí, en la recurrencia ligeramente demorada, viviendo tan cerca el uno del otro, esa cercanía nos orilló a arrebatarle el sentido a la mirada y la llenamos de indiferencia, perdimos el don de ver el alma a través de los ojos, confundimos el hábito de mirarnos para simplemente “ver”. Dejamos de buscar y nos conformamos con ver solamente lo que es visible para nuestros ojos sin mirar más allá de nosotros mismos, más allá de todos los obstáculos que intervienen entre el alba y mis pensamientos. 
Nací tarde, y me tocó vivir donde el clarecer difícilmente toca mis pupilas, y así, pasamos las horas frecuentemente desesperados por sentir algo real, lo que sea, que caemos en los brazos de la utopía para contemplar solamente la medianía que disfraza de sustancial a toda esta trivialidad. Porque sin darme cuenta, nací en una época donde escasa vez algo se vuelve trascendental en un mundo tradicionalmente convencional.